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La siguiente rultra se adentra en una de las zonas más ricas en abacerías, tiendas de alimentación y ultramarinos: La Alameda-San Lorenzo. De hecho, dado el alto numero de negocios que visitar, no descarto una segunda parte (y olvidaremos eso de que “nunca segundas partes fueron buenas”). Partimos de la calle Perís Mencheta, concretamente del número 22. La Clementina es el claro ejemplo de ultramarinos de barrio readaptado a las necesidades del vecindario. Y en este caso, se trata del vecindario de La Alameda, zona de jóvenes yla clementina queso no tan jóvenes, de vanguardistas extremos, hipsters barbudos y turistas curiosos, pero también de tiernos abuelos recogiendo a sus nietos, trabajadores de la calle feria en busca de una sombra donde zampaarse un bocadillo o incluso de oficinistas trajeados de paso. En suma, la clientela de La Clementina es un colectivo de lo más variopinto, inclasificable, según palabras de la hermana de “la Beni” (una de las propietarias), que lleva el timón de esta peculiar tienda de barrio en el turno de la mañana. Como aprieta el sol, nos decidimos por un buen botellín de cerveza fría acompañado por un papelón de queso extremeño. Es una pena que acabe de pasar la temporada de la Torta del Casar, porque aquí donde se ve, las hermanas propietarias traen este queso y muchos otros productos extremeños directamente desde su lugar de origen (es lo que tiene la buena gente de Extremadura, que siempre apuestan al caballo ganador). Desde un pequeño velador situado junto a la puerta de la tienda, divisamos la entrada a la Alameda. Mientras saboreamos el cremoso queso, observamos el fluir de la gente pasando, los clientes entrando y saliendo de la reducida estancia y nos convertimos en testigos y partícipes de sus chascarrillos y comentarios. Inmersos en este particular microcosmos se nos echa el tiempo encima y nos damos cuenta que tenemos que apresurarnos para acudir a nuestra segunda cita.

Abacería Alonso se encuentra en la calle Santa Ana. Es otro de esos pequeños cubículos llenos de arte y gracia. Su dueño, que no se llama Alonso, sino Angel (o Angelito, como lo conocen por el barrio) nos cuenta como su padre, tras vivir en las Américas, volvió a Sevilla y fundó la actual tienda en 1928. Desde entonces, la familia Alonso no ha cesado en su empeño de traernos las mejores viandas de la zona y abastecer a la gente del barrio de excelentes vinos, quesos y enlatados, entre otros productos. En época de calor, lo suyo es un aliño de patatas casero. Dicho y hecho. Apoyados en una minúscula barra situada en la calle, junto a la entrada, nos zampamos este refrescante, a la vez que alonso aliños contundente plato. Patata harinosa, crujiente pimiento verde, jugoso tomate y el omnipresente huevo cocido, son los ingredientes que, una vez se dejan seducir por el aceite de oliva, el vinagre y la sal, conforman esta extraordinaria tapa. Con curiosidad y fascinación miramos hacia el interior del ultramarinos, poblado por sus interminables estanterías, intentando reconocer alguna de sus conservas y preguntándonos cómo logrará alcanzar nuestro amigo Ángel los productos más elevados. También nos llama poderosamente la atención, una zona de la pared dedicada a Vírgenes, Cristos y Santos, repleta de fotos y cuadros de temática “Semanasantera”, cosa que por otro lado, es de lo más común en Sevilla. Nos preguntamos qué será de este negocio (y de mucho otros) cuando su actual dueño y propietario se retire de la escena. Solo esperamos que el que recoja el testigo, mantenga ese espíritu, a medio camino entre la entrañable tradición y el instinto de supervivencia, que aún se conserva entre las cuatro paredes. A falta de lamer el plato y sintiéndonos tentados por probar algún embutido como excusa para abrir el vino de la casa, un Rioja con todas sus letras, recordamos que Angelito cierra a las 15:00 (para eso está esta guía, amigos y amigas) y que aún nos espera la última cita de la mañana.

Callejeamos un poco por la zona y desembocamos en el vecino barrio de San Lorenzo, donde nos aguarda una casa del siglo XVII que sirve de refugio a uno de los grandes bares ultramarinos de Sevilla: La Antigua Abacería de San Lorenzo. Yo prefiero entrar por la puerta de calle Teodosio, que da a una panadería tradicional o despacho de pan, y recorrer todo el bar hasta ver un rincón despejado donde sentarme. Hoy estamos de suerte y no hay mucha gente, aunque el servicio suele ser bastante ágil y atento. La carta es extensa y muy tentadora, pero me decanto por una tapa de lomo a la sal y una tabla de quesos. Los precios no están nada mal, puesto que el lomo es casero y está san lorenzo tapas francamente muy bueno. Conserva los jugos y el toque de la sal realza el sabor ibérico tan característico. La tabla de quesos incluye sudao, pimentón y cabra, aunque es de suponer que cambiará según disponibilidad. Hay dos cosas que no pasan inadvertidas, una son los guisos (que no podemos disfrutar hoy, dado que el depósito está lleno), y la otra es el magnifico pan que acompaña el queso. Al ver las fotos, todos coinciden en que parece más un bizcocho que un pan, y ciertamente, es un producto de categoría: corteza fina, ligeramente enharinada y miga compacta, de sabor ligeramente ácido. Vamos, que casi me olvido de los magníficos quesos que lo preceden!! El bar se encuentra casi vacío, son las cuatro de la tarde y tan solo se escucha el leve ronroneo de una conversación en una de las estancias contiguas. Y es que en este local, la disposición y el tamaño de los espacios permiten mantener la intimidad en casi cualquier momento del día. Privacidad acentuada por la leve iluminación de cada habitación, que crea una atmósfera aún más evocadora si acaso. Nos despedimos sentados en estos bancos corridos en torno a una mesa de mármol y con un par de platos vacíos y unas copas de vino como únicos testigos de este momento irrepetible.

Hasta pronto!!


Mapa de la zona